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Cada vez que leo una noticia e identifican a Hugo Chávez como el «ex-presidente fallecido», el «extinto presidente» y otros calificativos que incluso rayan en la ofensa, pongo cara de incredulidad.
En algunas ocasiones hasta me río de esa particularidad periodística de presentarnos a Chávez.
Por qué la idea de enfatizar que Chávez está físicamente muerto si todos sabemos que partió a otro plano espiritual el 5 de marzo del 2013.
Entiendo este discurso poco tiempo después de su partida, pero enfatizarlo 3 años después, me parece una exageración, como si todavía no estuvieran convencidos de este hecho.
Claro, lo hacen para contrarrestar la consigna «Chávez Vive», posicionada por el chavismo en referencia a su legado histórico.
Esto como parte de la lucha política en el terreno de la simbología y construcción del discurso.
Me llama la atención que sea el periodismo nacional e internacional, que se promueve como el más «serio» el que haga esto.
Entiendo lo de la consigna de «Chávez vive» del chavismo. Se trata de un discurso construido en el terreno de la propaganda política.
Pero que haga lo propio el «periodismo serio» con ese discurso del «fallecido, el extinto o el difunto presidente», deja mucho que desear.
Una cosa es la propaganda política y otra el periodismo con todo su compromiso de informar y comunicar con su gran carga de veracidad y credibilidad.
Por esa razón cuando leo lo del «presidente fallecido» en la prensa nacional e internacional en el momento de mencionar a Chávez, pongo cara de incredulidad. A veces hasta me río de esos periodistas y de esos medios.
Esas notas para mi pierden toda credibilidad periodística de manera inmediata y se convierten en la más prosaica propaganda política disfrazada de periodismo.
Cuando leo esta frase entiendo, entonces, la consigna CHÁVEZ VIVE que reivindica el legado político y revolucionario de este influyente líder latinoamericano de estos dos últimos siglos (Escrito por Félix Gutiérrez)